Una luz en la noche, mi papá
Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi papá es de cuando tenía yo unos 5 o 6 años, asomada en la ventana. Nuestra casa estaba en el Estado de México recuerdo bien, Eje 5, manzana 10, Lote 1, Lomas de Cartagena. La casa se ubicaba en una zona alta y mi habitación estaba en el segundo piso, así que desde mi ventana podía ver hacia abajo la avenida principal que, cuando oscurecía, se iba llenando de lucecitas de todos los coches de la gente que regresaba de su trabajo hacia esos rumbos.
Yo me preguntaba cuál de todas esas luces eran las del coche de papá, y así, de acuerdo a la rapidez con la que avanzaban, imaginaba cuánto le faltaba para llegar a casa. Algunas veces debía irme a la cama antes de que llegara, y otras bajaba corriendo las escaleras mientras él metía el coche al patio para estar ahí cuando abriera la puerta y saludarle. Él era muy cariñoso, me abrazaba, me cargaba y a veces llegaba con algún detalle para mí: una pluma, una libretita, cosas que me alegraban.
Siempre dijeron que me parecía a él. Tengo su tono de piel y algunos otros rasgos físicos. El otro día me estaba lavando la cara y cuando me miré en el espejo vi en el reflejo una mirada muy parecida a la suya; cuando estoy cansada y uno de mis párpados se cae de más, Dios, ¡cuánto me parezco!
Puedo decir que gracias a él, soy también aficionada a la guitarra, a la música de tríos, a la cerveza, a los tacos de suadero (tres invariablemente), me gustan los chicles que hacen bomba y las nieves de limón.
Pero en lo que más guardamos similitud es en lo platicadores, sin duda lo conversadora fue un rasgo social que le heredé, tuvimos interminables sobremesas y discusiones acaloradas. Hubo ocasiones en las que se sentaba cerca de mí y me contaba sus historias de vida, con moraleja incluida, porque solía decirme: Yo sé que tú escribes mucho, anota en tu diario: ‘Hoy me dijo mi papá que nunca debo depender de otra persona para ser feliz’ o alguna otra como ‘Hoy me dijo mi papá que todo se puede lograr’. Y sí lo hacía, escribía la fecha y lo que me decía.
Me acabo de dar cuenta de que eso también se lo heredé un poco, a veces me escucho diciéndole a Greta, mi hija, frases de vida, aunque no le digo que las anote en su diario jajaja. La principal es: “El sol sale para todos” o “A donde entres, que se escuche fuerte tu saludo y también cuando des las gracias”.
¡Ah! Parece que fue ayer cuando me asomaba en la ventana, pero de eso han pasado más de 40 años. Tan inasible y relativo es el tiempo que apenas puedo creer que hoy, 4 de septiembre, han pasado exactamente 20 años desde que mi papá Seve se fue de este mundo y desde que trascendió para quedarse en esos taquitos, en esas tortas de Don Polo, en esta piel morenaza y en este ojo gacho que de repente me recuerda que soy dinastía Díaz.
Hoy no me tomaré una cerveza, pero sí un cafecito mientras recuerdo esas charlas, sé que estará de alguna manera conmigo y le diré que siempre escribí lo que platicábamos pero que, sobre todo, guardé sus frases en mi corazón no como meras palabras sino como lecciones de vida.
Pues bien, al terminar el día me asomaré a la ventana, miraré hacia arriba y buscaré en las estrellas esa lucecita en la que su alma probablemente esté sonriéndome y tocando la guitarra.